Pinturas rupestres de Cadereyta.

Por Jesús Mendoza Muñoz

 

Son muy abundantes los sitios arqueológicos con pinturas rupestres individualmente diferenciados en la parte central del estado de Querétaro, en los alrededores de la delegación de El Palmar, municipio de Cadereyta.

 

Mural rupestre en CadereytaLos sitios con estas características se ubican en cuevas y abrigos rocosos, sobre las márgenes de arroyos y cañadas. Estos caracteres, a diferencia de los de otros lugares, tanto en México como de España, Francia, o el norte de África, son muy sencillos en su configuración estética y representativa, aunque en realidad dada su definición como rupestres, están al mismo nivel de las complicadas pinturas de Baja California, Coahuila, y las de Europa y África.

 

Estas pinturas poseen el estilo de un impresionismo realmente notable y son de un tamaño por demás pequeño. Los materiales de los que han sido fabricadas las pinturas fueron seleccionados de una forma muy sencilla, combinación de materiales tomados directamente de la naturaleza como pigmentos animales y vegetales mezclados con polvo mineral, de óxidos de hierro en una gran variedad de colores: rojo, anaranjado, y rojo carmín; además de rocas altamente calizas en las pinturas de color blanco, y la tonalidad en color negro elaborada con carbón natural.

 

La rara aunque sencilla belleza del arte rupestre de Cadereyta podría definirse como la evolución cultural y artística primaria más notable desde el inicio de los tiempos pre-hispánicos humanos en nuestra región, pero sin dejar de lado el importante progreso y mejoramiento en la talla y fabricación de artefactos para cacería y las primeras cerámicas. En el caso de las pinturas rupestres, nos han legado un auténtico testimonio vivo de su arte dinámico, su apreciación de los fenómenos naturales, sus ritos y su religión, los sucesos más trascendentes y su integración individual y global dentro de los ecosistemas.

 

Al analizarlas podemos definir que fueron producto de diferentes y dilatadas etapas de tiempo, realizadas por la necesidad humana de legar a otras generaciones futuras un testimonio de su presencia, cumpliendo el papel de transmisoras del conocimiento adquirido por otros seres humanos.

 

Caracteres zoomorfos y cósmicosSi tomamos en cuenta que cada uno de los caracteres rupestres representan sucesos muy pretéritos como escenas de cacería; Figuras humanas en diferentes posturas o gran movimiento; animales como cabras salvajes, venados, coyotes, reptiles, arácnidos, etc.; Apreciamos también las escenas rituales de culto a los fenómenos cósmicos como el sol y la luna; también las danzas con advocación a la fertilidad y los festejos tribales; así como el movimiento rotativo de los planetas; y es posible observar algo de medición ordenada de periodos de tiempo, al igual que se trató de estandarizar algunos caracteres que se supondrían como un tipo de escritura primitiva entre otros muchos de indescifrable significado, corresponden entonces estos caracteres rupestres a una etapa en que el hombre vivió inmerso en algún Horizonte Cultural Lítico o de la industria de la piedra ya muy avanzado a varios milenios de antigüedad del presente.

 

 Aunque como ya hemos mencionado, vivió en un periodo que muchos autores han definido como época primitiva o prehistórica, ya había alcanzado éste una notable evolución al practicar no sólo un arte, sino que sus características fueron los albores de la historia y antecedentes en la conformación de la alta cultura mesoamericana, la cual alcanzó un notable grado de desarrollo social y cultural y de lo que encontramos algunos testimonios en nuestra región. La fabricación de cerámicas con motivos decorativos fue el producto de esta evolución al igual que posiblemente se iniciaron los cultivos de semillas. También es posible que de aquella antigua religión cósmica se dedujera algo más místico que produjo la costumbre de los entierros rituales con ofrendas ornamentales, los ídolos y la edificación de monumentos religiosos.

 

La transición de las viviendas rocosas a los valles debió  a obedecer a la necesidad del cambio social, ya que así podrían constituirse pueblos más organizados basando su desarrollo en el cultivo de plantas alimenticias. Es posible que la existencia de asentamientos con características de alta cultura fueran destruidos o reemplazados por grupos humanos con características similares a aquellos hombres pre-históricos y étnicamente definidos como chichimecas jonaces hacia fines del período post-clásico mesoamericano, pasado el primer milenio después de Cristo, y quienes prácticamente volvieron ocupar aquellas mismas viviendas de los hombres pre-históricos.

 

Carácter rupestre del siglo XVII en el semidesierto de CadereytaEstos nuevos grupos humanos habían permanecido en un estado de suspensión de evolución cultural permaneciendo en una etapa lítica predominante y sin practicar el cultivo de plantas productoras de alimentos, y habían conservado el conocimiento del arte rupestre que continuaron junto a las anteriores pinturas o sobre ellas.

 

Hecho prominentemente representado por su trascendencia es la llegada de los invasores españoles hacia el siglo XVI y XVII, los que poseían características realmente extrañas para ellos tanto por sus armas, atuendos y caballos, como sus intenciones de guerra, conquista y sometimiento de sus tribus o grupos, y a los que representaron en arte rupestre al igual que la influencia e intervención de los religiosos misioneros en la conquista espiritual, dada la representación de cruces cristianas al igual que construcciones como capillas e iglesias. El carácter aún más curioso es una réplica exacta del escudo de la orden de los misioneros dominicos, quienes tuvieron una valiosísima participación en la fundación  de misiones en la región, donde congregaron a los chichimecas jonaces para vivir adaptándose al modo español en sus nuevos pueblos misionales en el siglo XVII y XVIII; lo produjo a fines del siglo XVIII y hacia el siglo XIX importantes pueblos mestizos que andando el tiempo conformarían lo que hoy es el Palmar, entre otras poblaciones.

 

Si las pinturas rupestres han sobrevivido durante cientos y hasta miles de años al proceso de degradación natural producida por los fenómenos físicos como la lluvia, el calor y acción de la luz solar, las heladas, los derrumbes y fracturas de la roca, es obvio que están destinadas a seguir perdurando en el tiempo y en la naturaleza de la piedra como un legado a las generaciones actuales y futuras, de generaciones de otros tiempos.

 

Pero desafortunadamente pueden desaparecer si al visitarlas no se tienen las precauciones necesarias para no dañarlas. Algo tan sencillo para este fin es no tocarlas con las manos, ya que los dedos poseen grasa natural que afecta directamente la composición química de la pintura, sería suficiente con observarlas. Al remarcarlas con alguna pintura ajena a la original incluso con gis se dañan irreparablemente. También se afectan si son visitadas por grandes cantidades de personas, ya que el ruido incontinuo fractura las rocas provocando su derrumbe. Es necesario que al visitar estos sitios -ya sea por mera curiosidad o para su estudio- se tenga el objetivo principal de única apreciación, respetándolas al máximo para no destruirlas. Aunque en la mayoría de los casos en que se afectan los caracteres rupestres son por el vandalismo de los curiosos de cualquier edad y por gente sin escrúpulos que intenta llevarse fragmentos de las rocas. También los habitantes de los pueblos vecinos a estos sitios llegan a destruirlas, ya que generalmente ignoran su auténtico valor y significado y tratan de borrarlas rayándolas o martillándolas despectivamente; también las afectan al utilizar en la mayoría de los casos a las cuevas y abrigos rocosos como corrales para ganado, generando éste gran humedad, que además con la grasa de la piel de los animales por fricción y polvo de estiércol son aún más perjudiciales que cualquier otro agente, ya que provocan que la roca se desintegre.

 

Por todas las importantes características de las pinturas rupestres, como su innegable valor artístico, histórico y cultural, deberán considerarse como un auténtico patrimonio de la humanidad, ya que son el legado de algunos de los más antiguos habitantes del continente americano, y que hoy tenemos la responsabilidad y la obligación de respetar además de contribuir a su estudio e investigación, y al visitarlas busquemos siempre la asesoría de personas que tengan conocimiento sobre su ubicación, modo de conservación, sus características y descripciones.